lunes, 22 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Origen de la palabra "poesía".

www.elcastellano.org
Como todas las artes, la poesía es tan difícil de definir como los sentimientos que evoca, por lo que las siete acepciones que propone el Diccionario de la Academia parecen insuficientes para dar una noción clara. «Poesía eres tú», escribía Gustavo Adolfo Bécquer, en una tentativa más subjetiva de explicarla y, por tanto, más poética. Contribuyen a esta confusión las mutaciones que ha sufrido a lo largo de la historia el propio concepto de creación poética, como podemos observar desde los tiempos de la palabra griega poiesis, derivada de un término tan genérico como poiein 'hacer'. En efecto, para Aristóteles, toda creación intelectual era poiesis, por oposición a praksis, que era la acción. Para Heródoto, era el arte de componer obras poéticas, y Platón decía que las dos artes poéticas eran la tragedia y la comedia. En la civilización griega, la poiesis se expresaba en poiema 'poemas', que podían ser epos 'épicos' o melos 'líricos'. De estas palabras griegas se derivaron otras latinas, tales como poesis 'poesía', poeta 'poeta', poetria 'poetisa', poética o poeticés 'obra poética'. En francés, poète se registraba ya en 1155. En español, el primer gran poema épico es el Cantar de Mio Cid, pero la palabra poesía no aparece documentada hasta el siglo XIII, cuando fue usada en el libro anónimo Los siete sabios de Roma:
Y en aquel tiempo estava en Roma maestre Virgilio que a todos los maestros en el arte de dezir en poesía e nigromancia e otras sciencias sobrepujava.

jueves, 11 de noviembre de 2010

La y griega se salva, de momento.

El País Los españoles llegaron a América con la i griega (o ye) por delante. El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón desembarcó en la isla de Guanahaní y, según la transcripción que Bartolomé de las Casas realizó del diario del almirante, lo hizo llevando un estandarte en el que figuraban las iniciales de los Reyes Católicos, la F y la Y de Fernando e Ysabel. La Real Academia Española publicó su primera ortografía en 1741, pero se tituló Orthographía porque las reglas vigentes hoy no quedarían fijadas, con sus sucesivos ajustes, hasta 1815. Es decir, Ysabel tardó en convertirse en Isabel y, de paso, en perder el juego entre la inicial de su nombre y su famoso emblema: el yugo. La semana pasada, siglos después del episodio colombino y fieles a la política panhispánica de los últimos años, 11 representantes de las veintidós Academias de la Lengua Española se reunieron en San Millán de la Cogolla (La Rioja) para cerrar el texto de la nueva edición de la Ortografía. A falta de su ratificación por el pleno de las academias que tendrá lugar el día 28 en Guadalajara (México), la obra sustituirá en diciembre a la edición anterior, de 1999. Una de las grandes novedades de la nueva Ortografía reside en proponer un solo nombre para cada letra: la i griega pasará a llamarse ye mientras uve sustituye a denominaciones como be baja o be corta. Las academias perseguían favorecer la unidad de una lengua de por sí muy unitaria —con más de un 80% de vocabulario común a ambos lados del Atlántico—, pero el mero anuncio de la propuesta ha levantado una polémica transoceánica que hierve, sobre todo, en Internet. Si en España se llora por la i griega, en América se vierten lágrimas por la be corta. Humberto López Morales, de la Academia Puertorriqueña, responsable del Diccionario de americanismos y, como secretario general de la Asociación de Academias, miembro sin voto de la comisión de la Ortografía, explica desde su despacho de la RAE el juego de equilibrios que dio lugar a los cambios: «Se debatió mucho ese tema, pero mucho, mucho, mucho», insiste, «y se llegó a un acuerdo: se aceptaba uve —mayoritario en España— a cambio de que se aceptara el ye de algunas zonas americanas». López Morales recuerda que la defensa más ardiente de la ye vino de la Academia Mexicana, cuyo peso demográfico es indudable: es el primer país del mundo por el número de hablantes de español (104 millones de un total de alrededor de 450; más del doble que el segundo: Estados Unidos, con 45 millones). ¿Ortografía a mano alzada? «No sé si esa forma de decidir es la más adecuada», responde, «pero allí sucedió eso». ¿Era necesario jubilar la i griega y la be baja (o corta)? «La verdad es que no es una necesidad, pero sí una conveniencia. Es mucho mejor que todos los hablantes del mundo hispánico utilicen una palabra específica para algo, la que sea. Se trata de buscar una ortografía uniforme en todo el ámbito de la lengua». Siguiendo el uso «antillano», López Morales siempre ha dicho i griega, pero opina que hay demasiado revuelo para algo «que no tiene tanta importancia», aunque le parece muy positivo que la gente se preocupe por estas cuestiones, que se discuta: «En el mismo seno de la RAE hay discusiones feroces al respecto». Generalmente, dicen, entre lingüistas y escritores. Para el académico puertorriqueño nacido en Cuba, no hay «ningún peligro» de que la pretensión de unidad termine transformándose en uniformidad: «Cuanto más unido y estandarizado esté el español que hablamos todos, mejor nos entenderemos. ¿Que la variedad es riqueza? Sin duda, pero también podría serlo tener una palabra común para todos y luego variantes». La Ortografía académica tiene capítulos que legislan y señalan las odiosas faltas y capítulos que sugieren y orientan. Humberto López Morales insiste en que el cambio de nombre de las letras es solo una propuesta: «Si no triunfara, la próxima edición tendría que dar marcha atrás. Pero la peor gestión es la que no se hace. Es casi un deber de las academias hacer estos planteamientos». ¿Se han sentido los hablantes más heridos en sus costumbres que en su sentido común? ¿Nacen las airadas respuestas de algunos de la mera resistencia al cambio? Si la ortografía está llena de fósiles —Orthographía, Christo, obscuro— y supervivientes —septiembre, psiquiatra—, el léxico es puro desafío: un verbo como explosionar chirría en los oídos de aquellos que crecieron con explotar, considerado a su vez un barbarismo durante décadas frente al castellanísimo estallar. «El argumento de que cada cambio que se produce en la historia humana provoca resistencias es cierto, pero eso no significa que esas resistencias no tengan motivo», responde Juan Antonio González Iglesias, poeta y profesor de Latín de la Universidad de Salamanca. «Nos parece normal lo que van escribiendo los vencedores de cada pequeña batalla de la cultura». Marguerite Crayencour cambió su apellido por el anagrama Yourcenar. Lo hizo, dijo, «por el placer de la y griega». Este año se cumplen treinta de su ingreso en la Academia Francesa. Fue la primera mujer. Para recordarlo, González Iglesias dirigió en su Universidad un congreso sobre la escritora en julio. Para él, es un cambio «tremendo» en lo «pequeñísimo» del asunto. «El hecho de que hubiera una i griega indicaba que había una i latina. Daba la idea de que el origen de nuestro alfabeto, que es fenicio, se había consolidado culturalmente por Grecia y Roma», dice. Pero va más allá: «Nos separamos del resto de las lenguas occidentales de cultura, donde esa letra recibe todavía ese nombre. Ya lo tenía en latín. Es un deterioro cultural». González Iglesias, que cuenta que hasta los billetes de euro llevan en griego el nombre de la moneda en homenaje a la cultura de la que surgió ese nombre y no al peso de la Grecia actual en la Unión Europea, recuerda también que para los pitagóricos los brazos de la i griega representaban el camino fácil y el difícil: «Me parece que la RAE elige el fácil». Así las cosas, el profesor salmantino dice con humor que hubiera sido mejor que los españoles dijeran be baja y mantuvieran la i griega. Tampoco le convence el paso de quórum a cuórum: « Quórum es un cultismo, un tecnicismo jurídico y político que si no se escribe bien no sé qué persona inculta la va a usar. El vulgo no necesita quórum porque nunca se reúne con consecuencias jurídicas». Por su parte, Javier Marías, escritor y miembro de la RAE, quiere, antes de opinar por extenso, ver la nueva Ortografía preparada por sus compañeros —«hay gente muy sabia con sus motivos para hacer cambios que no parecen excesivos ni traumáticos»—, pero adelanta: «Voy a seguir escribiendo como me apetezca». Privilegios de creador. «Algunos se han quejado de que en lugar de espurio escribo espúreo, una fórmula que hace años que no acepta la RAE. Me parece más auténtico. La palabra espurio la encuentro espúrea», dice. Y recuerda que Juan Ramón Jiménez escribía jeneral. «La Academia no impone nada, aunque su autoridad es grande y la gente hace caso a lo que dictamina», continúa. Sea como fuere, él va a seguir escribiendo truhán con tilde: «No creo que se pronuncie igual que Juan, ni que guión se pronuncie como la segunda sílaba de avión». Su propuesta: que se permitan las dos opciones, como se permiten fútbol o futbol. Respecto a Qatar, que será Catar, afirma que hay cosas que forman parte de las extravagancias ortográficas de cada lengua, «como la x de bijoux en francés». Para Humberto López Morales, que insiste en lo que muchas cosas del nuevo texto tienen de propuesta, lo importante es conseguir la «coherencia» de la ortografía con sus propias reglas: «Quitar el acento de solo es lo más lógico del mundo desde el punto de vista de la gramática española. No hay apenas expresiones donde se presente la ambigüedad. Y ahí está el contexto para resolverla». Las autoridades, es decir, los escritores son parte de las fuentes usadas por los gramáticos. Aunque los hay, como dice Marías, «hipercorrectos», el futuro de la i griega, en parte, está en sus manos.

Nuevas primeras manifestaciones del origen del castellano.

El Mundo El primer testimonio escrito del castellano retrocede dos siglos atrás en el tiempo, del XI al IX, y viaja de La Rioja a Castilla y León. Así lo demuestra un estudio sobre los manuscritos de Santa María de Valpuesta (Burgos), que cuenta con la bendición de la Real Academia Española (RAE) y que, en la práctica, dinamita el ya cuestionado mito de las Glosas Emilianenses como primer texto y San Millán de la Cogolla (Rioja) como cuna del castellano. La investigación acredita que en este monasterio de Valpuesta, a noventa kilómetros de la capital burgalesa, se encontraron los documentos más antiguos (del siglo IX) que incluyen términos en castellano, en oraciones en las que el latín iba desapareciendo y se apreciaba el orden lógico del nuevo idioma. Estos escritos eran conocidos como Cartulario de Valpuesta y el historiador clásico y de referencia de la lengua, Ramón Menéndez Pidal, ya los mencionaba en su estudio Orígenes del Español. Sin embargo, la presencia de falsificaciones entre los más antiguos, con las que los monjes simulaban tener privilegios reales que, en verdad, nunca les habían sido dados, hicieron que los estudiosos miraran con desconfianza todo el conjunto de legajos. Ahora filólogos y paleógrafos del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua han apartado las falsificaciones —tres en total— y han acreditado la validez de los 184 documentos restantes. La RAE ha coeditado en dos lujosos volúmenes, Los becerros góticos y Galicano de Valpuesta, que recoge el estudio, con una tirada de 2.500 ejemplares. La presentación tendrá lugar el próximo 12 de noviembre en la sede de la Academia en Madrid. Su vicedirector, José A. Pascual, da por seguro en el prólogo «el consenso entre filólogos e historiadores, en cuanto a que acerca mucho el trabajo a lo que se entiende por definitivo». Los fondos de Valpuesta constan de ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 fechados en el XI, noventa en el XII y uno del XIII, y consisten, sobre todo, en escritos que registran donaciones de bienes materiales (ganado, tierras o enseres) de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales como un entierro en su suelo o misas en su memoria. Los escribientes de aquella época intentaban plasmar los acuerdos en latín. Pero Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y filólogo, señala que ese latín «estaba tan alejado de la rectitud, presentaba un estado tan evolucionado o corrompido» que, asegura, «se puede concluir que la lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva, de la calle y que se cuela en estos escritos». Repercusiones El hallazgo tiene repercusiones políticas y académicas. Valpuesta adquiere una nueva dimensión legitimadora para Castilla y León, comunidad invitada este año en la prestigiosa Feria del Libro de Guadalajara y a ella asiste como lugar de origen de la lengua común. Un título que todavía ostenta La Rioja gracias a las anotaciones manuscritas de San Millán de la Cogolla en las que se halló el considerado hasta hoy como primer testimonio del romance hispánico.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Origen de la palabra Gramática

Por Ricardo Soca
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La gramática es el arte que los griegos llamaban tejné grammatiké, nombre en el cual tejné significaba 'arte' o 'técnica', conservado en las lenguas modernas en 'técnica', 'tecnología', etc. y grammatiké, tomado de gramma (letra), de modo que significaba algo así como 'arte (o técnica u oficio) de las letras'. Para los griegos, esta técnica abarcaba todos los aspectos del discurso: la ortografía, la sintaxis, la interpretación de los textos, y hasta la crítica a los poetas. Por esta razón, durante mucho tiempo fue difícil separar lo que correspondía a la filología, a la gramática y a la retórica. Dionisio el Tracio fue quien sistematizó en forma ordenada los conocimientos gramaticales existentes hasta entonces, creando una terminología que fue heredada por todas las gramáticas posteriores, a partir de las latinas. La gramática de Dionisio pasó a los romanos como una copia tan fiel (o servil) que, entre las partes de la oración, se conservó el artículo, que no existía en latín. Para la parte histórica e interpretativa, Quintiliano formó la palabra litteratura, tomada de littera, equivalente latino de gramma, pero hasta el siglo IV de nuestra era la gramática permaneció unida a la filología y a la literatura; sólo en el siglo IV, con Donato, se independizó como ciencia.

sábado, 9 de octubre de 2010

Novela gráfica

Para los interesados en novela gráfica, podéis dirigiros al siguiente enlace:

http://68revoluciones.com/articulos/graphic-novels.html

Más Vargas Llosa, www.elcastellano.org

La Nación

La Academia Sueca lo galardonó por su «cartografía de las estructuras del poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, de su revuelta y de su fracaso»; la vasta trayectoria del escritor peruano incluye más de 30 obras y otros destacados reconocimientos.

Primero pensó que podía ser una broma y, luego, ante la constatación, se sorprendió. Así describió el escritor peruano Mario Vargas Llosa, de 74 años, el momento en que recibiò la noticia de que era el nuevo premio Nobel de Literatura.

El escritor fue informado de la decisiòn de la Academia Sueca en los Estados Unidos, donde dicta durante este semestre clases en la Universidad de Princeton, sobre novela y la obra de Jorge Luis Borges.

La Academia resaltó de la obra de Vargas Llosa «su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota.» «Hace muchos años que yo estaba seguro de que no era candidato (...) de tal manera que la sorpresa ha sido total, tanto que esta mañana creí que podría ser una broma la llamada de ese señor que me dijo que era el secretario general de la Academia Sueca», relató ayer el escritor en una conferencia de prensa (ver aparte).

Desde hacía tiempo, sin embargo, su nombre aparecía como posible candidato al Nobel. Aunque, este año, no ocupaba los primeros lugares en las especulaciones de periodistas, editores y críticos. Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936, en una familia de clase media y de antepasados españoles. Se convirtió en una figura importante durante el boom de la literatura latinoamericana en la década de 1960.

A lo largo de su vasta trayectoria, que suma más de 30 obras, fue galardonado con varios premios, entre ellos los más importantes para la lengua española: el Príncipe de Asturias (1986) y el Cervantes (1994). Por su primer libro de relatos, Los jefes, obtuvo el Premio Leopoldo Alas (1959). En tanto por su segunda novela, La casa verde, que apareció en 1965, obtuvo el Premio Internacional Rómulo Gallegos, en 1967.

Su escritura y su pensamiento además se han expandido en distintos géneros literarios como el teatro, el ensayo y las memorias. A lo que hay que sumar su intensa actividad periodística que ejerce en algunos de los más importantes periódicos del mundo, entre los que se cuenta LA NACION.

«Soy un escritor, soy un ciudadano también, tengo ideas, valores, pero también tengo ideas políticas y cívicas», dijo ayer en una conferencia de prensa en Nueva York. La política estuvo siempre presente en la vida del escritor hasta llegar, en 1990, a presentarse como candidato a la presidencia de Perú, la cual perdió en segunda vuelta, contra Alberto Fujimori. El actual presidente de Perú, Alan García, quien fue rival político del escritor, dijo ayer sobre el premio Nobel: «Es un enorme día para el Perú, es un día de alegría, incluso para los que no comulgaban con Mario».

En tanto, el hijo mayor del escritor, Alvaro Vargas Llosa, feliz y emocionado, expresó: «Nunca más tendré que responder a la tremebunda pregunta: '¿Por qué no le han dado el Premio Nobel a tu padre este año?'. En la familia estábamos algo cansados de pedir disculpas por el no reconocimiento».

Célebres voces de todo el mundo, de los ámbitos literarios y políticos se alzaron ayer para felicitar y elogiar a Vargas Llosa. También estuvieron quienes, a pesar de no comulgar con sus ideas políticas, no dudaron en afirmar que sin duda se merecía el premio.

Mario Vargas Llosa gana el Premio Nobel

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07/10/2010

Los Andes

El escritor peruano Mario Vargas Llosa expresó esta mañana su profunda alegría por la obtención del Premio Nobel de la Literatura y consideró que se trata de un reconocimiento a la literatura de lengua española.

«Me alegra muchísimo, es un reconocimiento a la literatura de lengua española», manifestó el escritor laureado, oriundo de la ciudad peruana de Arequipa.

«Debe alegrarnos a todos», enfatizó Vargas Llosa al conocer la noticia que lo sitúa entre los íconos de la literatura latinoamericana de todos los tiempos.

Incluso, comentó que pensaba que no estaba en la lista de candidatos a obtener el Premio Nobel de Literatura.

Indicó que el galardón lo obliga a seguir trabajando en defensa de las libertades y la democracia.

Respecto al libro de su autoría al cual guarda preferencia, Vargas Llosa comento que esperaba que su nueva obra “El Sueño del Celta” sea el mejor de su trayectoria literaria.

Vargas Llosa se encuentra en la ciudad de Nueva York en donde dicta clases en la universidad de Princeton.

domingo, 5 de septiembre de 2010

"La traducción poética es un acto de creación".

30/08/2010
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«La traducción poética
es un acto de creación»
Por Verónica Engler, Página 12

Susana Romano Sued —novelista, poeta y sobreviviente de un campo de concentración argentino— experimenta con las palabras, pero también indaga sobre la memoria y sus registros en la literatura. Escribió una novela sobre los campos La Perla y La Ribera, durante la dictadura en Córdoba, pero advierte que no es autobiográfica, aunque es parte de «la posibilidad de representar y de dar cuenta de la experiencia que tiene el lenguaje literario».

—¿Qué es la poesía?
—Borges decía: «Cuando me lo preguntan, no lo sé, y cuando no me lo preguntan, lo sé». Creo que uno no puede contestar a una pregunta metafísica, como la del ser. Pero puedo decir que la poesía es escritura, hay una materialidad, es un ejercicio del lenguaje y es un ejercicio especializado que requiere un entrenamiento. Y también es medio un enigma. Pero uno podría decir, un poco idealistamente, como decía uno de los hermanos Schlegel, que la poesía es una elevación del espíritu, que sería lo máximo adonde podría llegar el sujeto humano, y que todo lo que se hace son como porciones de ese nivel superior. Pero en realidad es el acceso a un mundo simbólico que transita en el borde de lo real, lo real de la carne, del mundo, de la muerte. Esto es una construcción que, al menos al que escribe, tal vez también al que lee, le permite velar un poco lo que es el abismo fundamental del ser, y mantener a raya en cierto modo la amenaza de la inminencia de la muerte, o de lo real, o del horror, la poesía siempre transita por ahí. A la vez que se expulsa un poco esa amenaza del abismo, un poco también se la visita y, a veces, la atracción de ese abismo es muy grande y los poetas sucumben. Pero la posibilidad de reconocimiento de la tragedia fundamental del sujeto al mismo tiempo permite desdramatizarla, porque lo que se puede hacer con la creación, también, es transmitir una experiencia, para no hablar solo sino con otros.

—Usted planteó en algún momento que hay que pensar la poesía, debatirla, para sacarla de cierta molicie del no pensar. ¿Por qué esta necesidad de reflexionar sobre una materia que de antemano se presupone ajena a esta demanda de esfuerzo?
—Nuestra sociedad quiere analgésicos, y pensar tiene un costo, pensar también duele. La civilización contemporánea, ya sea a través de la anestesia que producen las imágenes de horror, de violencia, o del puro entretenimiento, usa todo el lenguaje para mantener al espectador en un nivel de no pensar, porque está programada la pregunta, la respuesta, los diálogos, la expresión, la muletilla. Las modas producen estereotipos que uno incorpora y los usa automáticamente, eso produce también como una comodidad en el sujeto que no tiene ganas de ir más allá y pagar un precio por pensar otra cosa. En relación con pensar la poesía habría como dos posturas estereotipadas, o bien tomar la poesía como si fuera algo que es un vehículo de teorías filosóficas o de temas, o bien tomarla desde el punto de vista estrictamente lingüístico- filológico, atendiendo solamente al procedimiento y contando las rimas o las vocales. Creo que hay que sacarla del atolladero de estos dos extremos y ver que se trata de un conjunto enunciativo que arrastra consigo un índice, una huella, tanto de lo que en sí evoca algo que está más allá del lenguaje instrumental, pero que lo hace con recursos de la materia lingüística que no pueden ser ignorados. El uso de todos los recursos posibles del lenguaje requiere de un trabajo de entendimiento, de una lógica, implica elecciones. Claro que la poesía espontánea puede tener sus hallazgos y uno la puede pensar también. Algo que me enteré hace un tiempo es que muchos cantantes de hip hop quieren aprender reglas de versificación, porque para combinar los acentos se necesita conocer sobre rima, la extensión de las sílabas o la medida de los versos. Pero el verso libre tiene un ritmo, y el ritmo es la respiración del lenguaje, enmarcada por esa elección del que escribe. Yo creo que cada escritura construye su propio código, con un ritmo, un léxico, una intención, figuras, tropos, a lo largo de una obra puede encontrar un lenguaje que es propio y es gregario, porque no se pueden destituir todos los significados convencionales.

—¿Una palabra se convierte en otra según el contexto?
—Mi posición es que en el momento en que una palabra o una imagen entra en su lenguaje específico artístico no pierde todos los significados convencionales para dejar aparecer un nuevo signo. Creo que al significado convencional le añade, o le quita, o le resta, pero primero hay que reconocerlo, o no reconocerlo, pero si es irreconocible, entonces habrá una apuesta al oído, al tono, al silencio, al blanco. Será, entonces, una construcción que hay que pensarla, para hacerla y para descifrarla. La desenigmatización de un poema que puede parecer hermético requiere entrenarse en ese lenguaje que ha construido el escritor, que es un lenguaje escuchado entre lo que imponen los géneros, la tradición, la lengua materna, la lengua de los otros poetas con la que uno siempre está dialogando, la textura y la propia pulsión de escritura. Toda posición sobre un lenguaje artístico encierra una posición epistemológica, filosófica e ideológica sobre el lenguaje. Toda experiencia poética, con cualquier tipo de lenguaje, sea de imágenes o de música, es una experiencia transformadora, que abre el sujeto a un universo simbólico, imaginario, que lo enriquece, a veces con dolor. Cuando yo hablo de pensar, hablo de pensar junto con las emociones, con la evocación de otro recuerdo.

—Su novela Procedimiento. Memoria de La Perla y La Ribera narra los horrores de los centros clandestinos de detención, una experiencia por la que usted pasó. Pero usted ha hecho hincapié en que no se trata de un texto testimonial ni autobiográfico. ¿Por qué le parece importante que no se asocie esa ficción con la propia historia de quien la escribió?
—Ser víctima no es un honor. Por eso me parece que los archivos tienen que ser públicos, como debe serlo la verdad, garantizándose el derecho a la información, pero deben ser abordados con mucho cuidado, protegiendo al testimoniante. Por cierto que lo testimonial aporta de manera muy valiosa y legítima para reconstruir la verdad de los acontecimientos, pero también cuando uno cuenta y cuenta el horror, en una escena pública, y describe y muestra una y otra vez los hechos con la crudeza de un informe, se puede alimentar la voracidad del morbo, la exhibición insistente de la violencia podría resultar en un goce perverso. Es lo que se desencadena en la mayoría de los casos en el ámbito de los medios de comunicación. Pero hay una cuestión ética que tiene que ver con pasar por escrito el testimoniar, dejar un registro de memoria en el género narrativo, con un tipo de enunciación literaria, con una poética, que tiene la capacidad «sismográfica» de capturar estéticamente un trozo de la historia. Esto está estrechamente ligado a la posibilidad de representar y de dar cuenta de la experiencia que tiene el lenguaje literario. Por otra parte, cuando se emprende, como en mi caso, una y otra vez, el acto de testimoniar estéticamente, evocando, realizando «anamnesis» contra la amnesia, cuya raíz (etimológica) es la misma que la de la amnistía, como yo lo vengo haciendo en todos mis libros, la factura literaria coloca en posición de tercero al enunciador que atestigua sobre los hechos, aun cuando se trate de una experiencia propia, biográfica. El asunto es también que hay un aspecto de «prueba» que tendría el testimonio escrito, literario, que brinda materia lingüística al intérprete, para recuperar asuntos de la historia. Estamos asimismo en el terreno del «contenido de verdad» que tendría una obra, en el sentido de (Theodor) Adorno. Pues bien, el lenguaje tiene capacidad indicial, su función semiótica de indicar, como lo conceptualiza Peirce, es lo que permite reconstruir el sentido y los significados que arrastra consigo el signo. Pero Procedimiento... es una creación literaria, ficcional, que ha recurrido, por cierto, a fuentes objetivas, documentos, experiencias personales, literaturas varias, películas, relatos testimoniales, pero es ficción. Si se lo rodea del predicado de «novela sobre violaciones a los derechos humanos» es probable que concite de inmediato un tipo de lectura, una restricción, una orientación puramente heterónoma, que ciega la mirada sobre la densidad de la materia del lenguaje. Insisto en que se puede decir, se puede contar, «imágenes, pese a todo», diría (Georges) Didi-Hubermann (Didi-Hubermann es un historiador del arte que escribió el libro Imágenes pese a todo, sobre las fotos que fueron tomadas clandestinamente por miembros de los Sonderkommando, que eran los judíos que tenían que meter en la cámara de gas a sus congéneres y luego enterrarlos; después ellos mismos también eran condenados). El asunto es que el mundo simbólico, hecho de signos, expresa de manera no- toda aspectos de la vida, del mundo, del pasado; entonces, el argumento de que si no puede decírselo todo, no se puede decir nada, facilita la posición cómoda de lo inefable. Los responsables de hechos aberrantes en la historia se han ocupado siempre en desmentirlos, camuflarlos, borrar sus huellas, y eso aumenta la necesidad y exige la responsabilidad de que, precisamente, se dejen registros de lo que se pretende borrar. Es por eso que argumentar con lo no representable del horror se hace cómplice de los camufladores.

—En su escritura usted incorpora abundantes palabras en otros idiomas, como el alemán, el hebreo, el idish, el ladino, el árabe. ¿Por qué opta por esta inclusión de vocablos extranjeros?
—Es una elección muy consciente. Tiene que ver con cómo yo aprendí a hablar, y cuáles son las hablas que escuché, yo oí estas lenguas: el hebreo, el árabe, el idish, el ladino, en mi casa. En Procedimiento... incluí palabras en alemán, que parece una restricción en el alcance de la comprensión, yo quería extrañar pero además unir, para que no fuera solamente una escritura que refería sólo y exclusivamente a La Perla y a La Ribera, como los delitos de lesa humanidad y a las ofensas a los cuerpos y a los sujetos en situación de cautiverio en nuestro país y en el genocidio nazi o cualquier otro. Tenía que ser en alemán porque yo tomaba y desarmaba en ese libro poemas de Paul Celan, que es el poeta que combatió hasta el último día de vida la lengua alemana como lengua genocida. Yo, por el genocidio argentino, fui a la tierra en donde se hablaba la lengua de los asesinos, Celan denuncia esa lengua. Pero la inclusión que hago de esas palabras no es para enigmatizar.

—Usted encara la tarea de la traducción poética como un acto de creación poética en sí mismo, ¿qué implica esta postura al traspasar una obra de una lengua a otra?
—Si partimos de la idea de que el lenguaje no es transparente, cada lengua está hecha de los lenguajes y las hablas de construcciones históricas. Poner juntas dos lenguas para alojar en una lo que ha sido hecho en otra implica un trabajo de creación. Un trabajo que es intelectual, lógico, de investigación de las ciencias del lenguaje, pero en el caso de los lenguajes poéticos implica una exploración de las capacidades que tiene la lengua de llegada de extremar, profundizar, el gesto poético que aparece en esa construcción única y singular que es un poema en otra lengua. Uno podría decir que es el segundo enunciador del mismo texto. Entonces, la traducción está en una posición como paradójica en ese punto, por un lado es algo reproductivo, porque sobre esa lectura de lo hecho antes se pasa su hechura lo que es venidero, que es lo traducido. Yo considero que las traducciones de un mismo texto hechas en distintos momentos forman parte del original como si fueran sus variantes. Cuando uno traduce literatura no es que se imbuya del alma del poeta, ni se convierta en un alma gemela, sino que investigar la lengua nos aporta recursos para realizar una interpretación del texto que se traduce. Lo ideal es conocer ese lenguaje construido por un autor, entonces se puede llegar a ver como un hálito poético. Para la traducción como yo la pienso, como una tarea seria de escritura, es necesario conocer, indagar, descifrar las relaciones que están puestas, que muchas son alusiones, significados velados, o usos de términos particulares en el contexto de esa misma construcción. Yo practico la traducción porque me interesa ver cómo una obra traspasa fronteras históricas, geográficas, lingüísticas, religiosas y culturales. Hay algo siempre que se puede decir en otra lengua como no se lo puede decir en la propia. Una traducción es una estación en el largo viaje que una obra tiene sobre el mundo, siempre es provisoria.

—Usted, además de escribir y traducir poesía, también se dedica a investigarla desde el ámbito académico, sobre todo focalizó en la poesía experimental que usted bautizó con el nombre de «expoesía». ¿Cuáles son las creaciones que en los últimos años le resultaron interesantes?
—Dentro de la expoesía están incluidas formas de experimentación que incluyen lo visual, lo cinematográfico, lo sonoro, la experiencia de poetizar. Esto tiene una larga trayectoria, y hay un poeta que ha investigado mucho y cuya fuente para mí fue inapreciable, que es Jorge Perednik. El, por ejemplo, tiene una concepción muy interesante de lo que es la poesía visual, hace remontar el nacimiento de la poesía visual argentina a la Cueva de las Manos. También me parece que hay que revalorizar absolutamente al gran Antonio Vigo, el poeta, pintor, teórico y experimentador platense. Es interesantísimo porque paralelamente a los situacionistas, como (Guy) Debord en Francia, tenía como un anticipo de lo que las experiencias artísticas estaban gestando. El condensa una respuesta y una propuesta, y alrededor de él otra gente, con la idea de una creación artística colectiva, de transformar la sociedad de su alienación cotidiana, de mirar los objetos y colocarlos de otra forma para ampliar las experiencias perceptivas de enriquecimiento subjetivo de la sociedad. En los últimos años he comprobado como una especie de incorporación de crítica social por parte de los poetas contemporáneos, que son los que yo llamaría poetas urbanos, que hacen intervenciones, que pintan un tacho de basura, o que dicen unas frases arriba de un techo, o que hacen comunicaciones alternativas en editoriales underground, o que se mezclan con DJs.

—Hay expresiones de lo poético en las calles, en lo cotidiano...
—Hay toda una ebullición que tiene mucho que ver con la ironización de muchos de los textos sociales, de una manera que los sustrae del formato programado y digerido que los medios proporcionan, a pesar de que hay muchísimo de lo que yo llamo patrimonialismo, es decir, cualquier cosa distinta el mercado rápidamente se la apropia y la convierte en mercancía. Pero los artistas expoetas, que (Ana) Longoni llama «activistas», están luchando todo el tiempo por un lado por visibilizarse, por otro lado peleando por no ser de la misma genealogía que todo lo otro que se musealiza, se patrimonializa, como pasó con el mingitorio de Duchamp, que después se convirtió en el principal arte burgués. Con sus apariciones sorpresivas, por ejemplo, los expoetas nos sacan de esta solitariedad en que nos coloca una sociedad que está llena de miedo, en donde uno se conecta con el mundo a través de la pantalla, con comunidades imaginarias, se crean redes sociales virtuales. Pero no creo que haya que condenar eso, sino que cada vez más eso parece interponerse en las relaciones directas entre los sujetos, y las cuestiones identificatorias provienen de otro lado, son unívocas, no de personas que constituyen un colectivo. El problema contemporáneo es que se vive un puro presente que es anestesiante, porque nos hace olvidar que somos mortales, que estamos insertos en una historia. Yo creo que hay una demanda de escritura, de imágenes, que significa proponer un después de hoy, pero no un «post» o la biopolítica que propone (Giorgio) Agamben. Porque la biopolítica es entregarse a funciones más allá de cualquier regla social, no se apuesta tanto a consensuar, para constituir un colectivo gregario, es como si se potenciara la condición de miembro de la horda en los sujetos. Entonces hay como un repliegue en la individualidad, eso también es la herencia del neoliberalismo, el autismo social. Yo creo que hay que recuperar el valor de la palabra, del develamiento, porque el velo del lenguaje está siendo muy agujereado, hay como una pulsión a hacer cosas, no está lo simbólico, que es lo que hace de intermediario entre lo bruto de lo real, del mundo pulsional.

Al-Qutiyya, un filólogo del siglo VII.

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Abu Bakr ibn al-Qutiyya, un
filólogo del siglo VII
El Día de Córdoba

Los orígenes conocidos de Abu Bakr ibn al-Qutiyya se remontan al año 689 de la era cristiana y a los oscuros años del reinado de Witiza, aquel rey visigodo al que los historiadores pintan en la misma medida benévolo o malvado, coincidiendo todos en la relajación de sus costumbres, principalmente en la implantación de seudoharenes propios, con varias esposas y amantes, costumbre que salvó, siendo permisivo con los miembros del clero en su relación con las mujeres.

Tras los problemas sucesorios el mayor de sus hijos, Alamundo, quedó como dueño de los territorios del Sur; en concreto, en el valle del Guadalquivir. A su muerte, su hermano Artobas se hizo con sus tierras, pero tropezó con la valentía de los hijos del difunto que, a pesar de ser niños todavía, se atrevieron a viajar hasta Damasco para reclamar su patrimonio. Una de esas criaturas era Sara, de quien cuenta la leyenda conoció en Siria al que sería el primer emir de Córdoba, Abderramán I. La niña, conocida como Sara La Goda, se casaría después con un miembro del ejército de los omeyas y acabó instalándose en Sevilla.

Los cronistas no se ponen de acuerdo sobre el lugar de nacimiento del tataranieto de La Goda, Abu Bakr ibn al- Qutiyya, aunque la mayoría se decanta por Córdoba, apuntando a su estancia en la ciudad hispalense durante un corto periodo de formación que incrementó en la ciudad califal con estudios de tradiciones, jurisprudencia y filología. Parece cierto que habitó en Medina Azahara en el reinado de Abderramán III, que conoció el esplendor de Alhakem II y también la llegada al poder de Almanzor.

Pero son los primeros años de la etapa andalusí, e incluso los previos, los que despertaron su atención e inspiraron la obra Historia de la Conquista de Al- Ándalus o Tarijiftitah Al- Ándalus, que lo alza como uno de los cronistas más destacados de su época junto a Ibn Idari, Ibn Hayyán o al-Maqqari, entre otros contemporáneos suyos. Abu Bakr ibn al-Qutiyya reconoce beber con frecuencia de las fuentes orales y se le achaca su constante lisonja a la estirpe omeya, sin obviar su orgullo por pertenecer a la dinastía visigoda cuyas relaciones y pactos con los sirios evoca y justifica dulcemente.

La manera y el contenido de sus relatos permiten complementar la información aportada por sus colegas, demasiado encorsetados a su vez por su condición de cronistas oficiales. Por citar un caso, el contraste entre la versión de la historia de Umar ibn Hafsum dada por sus compañeros —que apenas entran en las razones de este rebelde conocido como el primer guerrillero andaluz para volver a su refugio de Bobastro— se enriquece con Ibn al- Qutiyya, al aportar el acoso a que se vio sometido por el general de los omeyas, Ibn Ghanim, celoso quizá tras haberle visto pelear valientemente contra los cristianos del Norte.

La memoria popular y la tradición familiar inspiran la historia de Sara La Goda, personaje conocido gracias a él. Esta brevísima biografía aporta una interesante visión de las relaciones de la estirpe siria con sus protegidos y familiares, así como el modo de donar, negociar y repartir bienes entre ellos.

La historia de la conquista de Al- Ándalus, que se inicia con la llegada del Islam a la Península y termina con la muerte de Umar ibn Hafsum (reinado de Abderramán III), resulta tremendamente amena tanto por el estilo literario cuanto por las múltiples anécdotas introducidas en el texto. Pero no fue su única obra, si bien la más conocida, ni tuvo en su tiempo más valor que otras de gramática y, aunque hay quien atribuye la autoría a un alumno suyo, lo cierto es que el Libro de los verbos supuso todo un descubrimiento al ser editado en 1894 y reeditado a principios de los 50.

Profesor de Filología, gozó de la consideración de sabio y tuvo el mismo renombre, asegura Galindo Aguilar, «como gramático, lexicógrafo, filólogo, poeta, tradicionalista y jurisconsulto». Dice también este autor que «se instaló en Córdoba, donde fue cadí», reconocido por "sus cualidades morales y erudición, y rodeado de gran número de discípulos". Y queda constancia de este prestigio en una anécdota que se cuenta con Hixem II como protagonista. Quiso saber quien era el hombre más sabio de su reino en materia de lexicografía y su maestro mencionó sin dudar un único nombre: Abu Bakr ibn al- Qutiyya.

Como sabio lo reconocen igualmente algunos poetas, disciplina que también abarcó aunque no a la altura de otras materias. Emilio García Gómez lo referencia sin embargo ya en su primera antología Poemas arabigoandaluces, publicada por Austral en 1940: «Bebe el vino junto a la fragante azucena que ha florecido, y forma de mañana tu tertulia, cuando se abre la rosa».

El cronista cordobés que vivió el florecimiento del Califato, sufrió también el declive y murió en su ciudad un 8 de noviembre de 977, en el mismo año en que el caudillo Almanzor recuperó Santiago de Compostela.

viernes, 16 de julio de 2010

Sobre el cerebro, el lenguaje y las habilidades para expresarnos (www.elcastellano.org).

Menos de la cuarta parte de un segundo. Eso es lo que tarda el cerebro humano en encontrar la palabra adecuada para expresar una idea y transformarla en un lenguaje hablado, lo que para muchos científicos repreenta una muestra más de la asombrosa capacidad cerebral, superior a la computadora más avanzada.

«Una palabra bien elegida puede economizar no sólo cien palabras, sino cien pensamientos», afirmó el célebre matemático francés Henri Poincaré hace más de un siglo. Décadas antes el poeta y filósofo alemán Friedrich von Hardenberg, más conocido como «Novalis», había señalado que «las palabras son la configuración acústica de las ideas».

Lo que ambos, científico y pensador, ignoraban es que, aunque a «las palabras se las lleve el viento», como afirma el refrán popular, pasan de la mente a la boca como un rayo, según acaba de demostrar una pionera investigación de científicos españoles, de acuerdo a la cual nuestro cerebro tarda menos de medio segundo en encontrar la palabra que queremos pronunciar.

Una investigación de la Universidad Pompeu Fabra y el Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), en Barcelona, señala que el cerebro humano tarda menos de medio segundo en encontrar la palabra que la persona necesita pronunciar; es decir, lo que quiere decir, en una alocución.

Actividad cerebral

Según el psicólogo Albert Costa, profesor e investigador del ICREA y uno de los responsables del trabajo, la investigación se refiere a la rapidez con la que el cerebro accede a la información asociada a la palabra y cuánto tipo tarda en seleccionar la palabra exacta para el discurso hablado.

Se trata del primer análisis que proporciona una evidencia directa de la actividad cerebral en tiempo real. Cuando el cerebro comienza a identificar palabras y las empieza a procesar, según el investigador.

Los expertos han descubierto que nuestro cerebro trabaja a mucha velocidad en el procesamiento del lenguaje y la información asociada a las palabras. Necesita alrededor de 180 milisegundos para hacer esta operación y obtener la palabra se queremos pronunciar en la producción corriente del lenguaje hablado.

El estudio

Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron la actividad eléctrica cerebral de unas 25 personas, por medio de un electroencefalógrafo. Así establecieron el primer momento en el que los individuos acceden al léxico.

Según Costa, el lapso que transcurre desde que una persona ve un dibujo de un objeto hasta que abre la boca para decir que eso es un objeto determinado, es de 700 milisegundos, pero sólo se necesitan 200 milisegundos para que su cerebro encuentre la palabra asociada a ese objeto en particular.

El doctor Costa y su equipo creen que este mapa temporal ayudará a comprender mejor la habilidad humana de hablar y a ofrecer nuevas herramientas para explorar por qué se producen los fallos en el lenguaje hablado y otros errores del discurso en personas sanas o con daños cerebrales.

Lenguaje, la voz de la mente

A través de las palabras nos comunicamos, podemos comprender a otros y hacernos comprender, expresamos e intercambiamos nuestras ideas, sentimientos y emociones, podemos cautivar, seducir y convencer a los demás, o provocar en ellos desasosiego y rechazo. El tono de voz, la inflexión, la pausa, permiten captar la atención del otro, o al contrario invitarle a que se distraiga.

La palabra, esa destacable herramienta que nos hace humanos y racionales, diferenciándonos de los animales, y que funciona como un auténtico puente entre nuestra mente y las de otras personas, es uno de los asuntos centrales abordados por la psicología, o ciencia de los procesos mentales, una de cuyas ramas se denomina precisamente «psicología del lenguaje».

Según la psicóloga Irene Alonso, experta en habilidades sociales, «las deficiencias en la capacidad de comunicarse, con frecuencia se deben a un aprendizaje deficiente de estas habilidades durante la infancia y se reflejan en escollos como no saber cómo entablar una conversación con un desconocido, cómo hablarle al jefe para solicitarle algo o cómo pedir algún cambio a nuestra pareja».

«Estos problemas pueden solucionarse mejorando las habilidades de comunicación de la persona, trabajando en la forma y en los contenidos de su expresión», señala Alonso, quien explica que las denominadas «terapias de habilidad comunicativa» incluyen un entrenamiento de la persona para que se exprese de forma más eficaz y correcta y el análisis de sus propias ideas para que pueda cambiar la percepción negativa sobre sí misma.

«Entre las personas que más pueden beneficiarse de las técnicas de habilidades, figuran aquellas que quieren que su comunicación sea más eficaz, que quieren expresar o comunicar lo que quieren, lo cual no logran porque su mensaje no llega o llega mal a su interlocutor, debido a la sumisión o la agresividad excesivas con que lo emiten», señala Irene Alonso.

Según la experta, «algunas personas tienen dificultades para hablar, expresarse u opinar, porque debido a razones de educación o tradición, piensan que no tiene derecho a hacerlo, porque creen que pedir o negar algo está mal o asumen que su punto de vista es siempre menos importante que el de los demás».

«Otras, en cambio son muy ofensivas al expresarse, dando gritos, elevando la voz o golpeando sobre la mesa, lo cual hace que su mensaje rechazado o mal interpretado por los demás», finaliza.

viernes, 9 de julio de 2010

Ignacio Bosque: lenguaje chats y Nueva Gramática.

EFE Y ELCASTELLANO.ORG
El uso de los emoticons (iconos cibernéticos), y la escritura abreviada en los chats (conversaciones) de Internet no amenazan a la buena gramática, aunque existe el peligro de que se incorporen al idioma en otros ámbitos, según el gramático y lingüista español Ignacio Bosque.

En una entrevista con EFE, Bosque se refirió al manejo del idioma desde que se incorporó a la cultura el envió mensajes por chat mediante el teléfono móvil, a lo que comparó como un asunto de moda, pero que, recordó, ya se usaba de alguna manera por los egipcios en los papiros.

"El peligro que yo veo es si no se mantiene ese uso, o moda, en el teléfono móvil o el chat y se incorpora a otros ambientes, como por ejemplo contestar un examen formal escrito, pero creo que los jóvenes son conscientes de que son instancias distintas", apuntó.

Bosque, académico de la Real Academia Española (RAE), visita Panamá para presentar la Nueva Gramática de la Lengua Española, obra cuya elaboración coordinó y es "un trabajo monumental de once años entre 22 academias de la lengua", que representan a más de 400 millones de hispanohablantes.

"Cambiamos nuestra forma de hablar según el interlocutor, pero los registros son importantes, por eso sabemos que el peligro está en querer usar una sola variable", acotó. No obstante, expresó que los emoticons y la escritura abreviada podrán convivir con el uso del idioma en paralelo porque "existe una conciencia muy extendida sobre el uso correcto de los registros idiomáticos, no creo que existan peligros lingüísticos" para el castellano, argumentó.

Además, los emoticons son "interjecciones visuales, no entran en la sintaxis, los jóvenes usan iconos para expresar estados de ánimo, no importa el idioma, pero eso no son verbos", apuntó.

"Lo que sí me llama la atención es que con el chateo ya no se miran a los ojos, llegan a su casa y siguen sin verse a la cara y la comunicación es más que eso, es mirarse", reflexionó.

Ante esta realidad y el nuevo manual de gramática, que tardó 80 años en ser actualizado por las academias de la lengua, Bosque enfatizó que a los hispanoparlantes se les debe crear la conciencia de que "la lengua es algo personal".

"Está en nuestra mente, es patrimonio propio, no es algo sólo para o de los académicos", dijo.

"No son el adorno de las ideas y sí importa que sea correcto el uso del idioma, por eso tenemos que enseñar a los jóvenes a que no piensen que no tiene nada que ver con ellos, porqué el idioma está en su mente", agregó.

Por otra parte, detalló que la nueva gramática tiene una edición completa, de 4.000 páginas, una segunda en formato manual, de mil páginas -que recomendó a periodistas y editores- y "en noviembre saldrá a la luz una edición de bolsillo, para estudiantes, que será de trescientas páginas".

Admitió que se está analizando "subir" a internet una edición electrónica de consulta de las normas de gramática. Apuntó que de la edición completa se publicaron alrededor de 50.000 ejemplares y su precio de venta en Panamá es de 180 dólares, mientras que el manual llegará en las próximas semanas.

"Esta es una obra colectiva y colegiada entre 22 academias, que recoge tanto el español compartido, como el español diferencial, es una gramática pan hispánica, no dictada desde la Real Academia Española, sino la continuación de un cambio iniciado hace once años por la Asociación de Academias, que debió producirse antes, de síntesis y consenso", dijo. En opinión de Bosque, la obra debería renovarse cada cinco años y la próxima podría coincidir con el tricentenario de fundación de la Real Academia Española, en 2013.

martes, 25 de mayo de 2010

Origen etimológico de las estaciones.

LA PALABRA DEL DÍA (www.elcastellano.org)


estaciones

Para los romanos sólo había dos estaciones: una muy prolongada, y la otra, breve. La primera estaba compuesta por la suma de lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la más breve era el hibernum tempus 'invierno'. La más prolongada se llamaba ver, veris, palabra que dio lugar a nuestro verano pero, en determinado momento, el comienzo de esta estación se llamó primo vere 'primer verano' y más tarde, prima vera, de donde salió nuestra primavera, mientras que la época más calurosa tomó el nombre de veranum tempus 'verano'. A pesar de este desmembramiento, la estación cálida todavía era más prolongada, hasta que en cierto momento, su período final, el tiempo de las cosechas, fue llamado autumnus, voz derivada de auctus 'aumento', 'crecimiento', 'incremento', que procedía, a su vez, de augere 'acrecentar, robustecer'. El vocablo latino autumnus llegó a nuestra lengua como otoño.




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EL LATÍN DEL DÍA

móribus antiquis. Virgilio
«De acuerdo con las antiguas costumbres».

sábado, 8 de mayo de 2010

Millás, economía de las palabras (www.elcastellano.org).

Millás propone practicar una
«economía de las palabras»
«Lo que tenemos que comunicar es tan pobre que nos bastaría con mil palabras», reflexiona el escritor.

Juan José Millás (Valencia, 1946) aseguró en la 43ª Feria del Libro de Valladolid, Encuentro en Castilla y León, que «es bueno extrañarse del lenguaje y de la posibilidad de hablar y comunicarnos, porque al hacerlo conseguimos obtener de él significados nuevos».

El novelista, Premio Planeta 2007 por El Mundo, defendió en su intervención la existencia de un «ecologismo de las palabras», que vele por ellas para evitar la extinción de vocablos que «caen en desuso pese a que todavía resultan muy útiles».

Millás impartió esta noche la conferencia Las palabras, presentado por el periodista madrileño Jesús Marchamalo. En su charla, el colaborador del programa radiofónico La ventana, en la Cadena Ser, recorrió «en clave entre nostálgica e irónica» su relación con determinadas palabras:

«Trato de recuperar ese momento que todos hemos olvidado, en el que empezamos adquirir el lenguaje, y la sorpresa que nos proporcionaba el hecho de que por nuestra boca surgieran las palabras, la extrañeza que eso nos producía, la maravilla, recordando lo incomprensibles que nos resultaban muchísimas palabras y cómo fingíamos que las comprendíamos».

Según explicó en su comparecencia ante los medios, «damos por hecho que hablar es una cosa absolutamente natural, pero hay un momento en la historia de cada ser humano en el que eso representaba una dificultad enorme, en mi caso sumada a la dificultad de pronunciación que aún hoy me acompaña». «Siempre he pensado que si de la boca en lugar de salir palabras nos salieran libélulas o pájaros, les prestaríamos más atención. Sin embargo como eso que nos sale de la boca es algo inmaterial, que nada más salir de la boca se deshace en el aire como el hielo en el agua, no le prestamos atención», argumentó.

En su opinión, «las palabras están muy devaluadas». Así lo apuntó antes de citar un relato propio en el que planteaba la llegada de un momento en el que empiezan a escasear las palabras igual que en las sequías escasea el agua, y las autoridades deciden que hay que racionar su utilización y limitarla a sólo dos horas al día. Esa situación hace que, finalmente, la gente empiece a valorar las palabras.

Asimismo, Millás citó el discurso de agradecimiento del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades que pronunció George Steiner, en el que afirmaba que la sociedad de la información no era necesariamente la sociedad del conocimiento. «El conocimiento implica haber articulado la información, haberla puesto al servicio el sentido, y hoy estamos bombardeados por datos pero no por conocimiento», sentenció el escritor valenciano.

Cuidar el lenguaje, tarea de todos

Para el autor de El desorden de tu nombre, «la preservación del lenguaje debería ser tarea de todos; de las familias, escuelas, universidades… una labor colectiva», si bien reconoció no saber ya «hasta qué punto es un sueño imposible, porque todo tiende hacia lo contrario». «En un programa de televisión de una hora, si se cuantificasen los términos utilizados por el presentador uno quedaría impactado de su indigencia léxica. Vivimos en una sociedad mediática, y los medios democratizan siempre por abajo», valoró.

En ese sentido, se mostró partidario de la aparición de neologismos y lamentó la desaparición de vocablos antiguos, citando con amargura un anuncio radiofónico en el que se invita a aprender a hablar inglés con sólo mil palabras: «Lo que tenemos que comunicar es tan pobre que nos bastaría con mil palabras», sentenció.

Como ejemplo contrapuesto, se refirió al recientemente fallecido Miguel Delibes, a quien calificó como «un maestro». «En cualquier libro suyo, en poco tiempo puedes recoger 15 ó 20 palabras pertenecientes a un mundo que ha desaparecido, y muchas de ellas son de una belleza tremenda en sí mismas», aseguró. Asimismo, recalcó que «la razón fundamental del lenguaje es la literatura, como la virtud principal de la literatura es la exactitud. Una literatura muy bella pero imprecisa es como una cáscara vacía».

sábado, 20 de febrero de 2010

Entrevista a Manuel Seco (www.elcastellano.org)

12/02/2010
www.elcastellano.org
Manuel Seco: «La incultura de los
egresados de la universidad»
La Opinión Coruña

Ocupa el sillón A de la Academia Española y ha sido nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Alicante, ¿de qué se ocupa en la RAE?
—Mi trabajo principal fue el de redactar y finalmente dirigir el Diccionario Histórico de la Lengua Española que empecé en 1960 y que suspendió la misma academia en 1996 porque consideraba que era muy gravoso para ella la publicación de este libro. Deberían haber tenido en cuenta que nos habían ofrecido colaboración instituciones que habrían facilitado mucho la producción del diccionario y financiarlo, con planes de aceleración de la producción que no fueron atendidos. Nos quedamos con una parte importante de 3.000 páginas de diccionario interrumpido para siempre. Ahora están redactando un nuevo diccionario histórico del que no tengo nada que ver ni he visto resultados todavía.

—¿Pueden cambiar mucho los inmigrantes nuestro diccionario?
—Es muy elástico, si pensamos en los inmigrantes procedentes de América la situación es completamente distinta a los procedentes de África. El problema solo sería importante si el número de emigrantes llegase a ser equivalente a la población española, aunque tal y como vamos somos capaces de llegar a esa situación. En realidad, el problema que tenemos con la lengua en España no proviene de los inmigrantes, es el desastre de la enseñanza. La situación de la enseñanza es absolutamente insoportable.

—¿Insoportable?
—Parece mentira que los gobiernos no se hayan preocupado nunca desde la muerte de Franco por vigilar, cuidar y tratar de mejorar la enseñanza en general y, concretamente, la enseñanza de la lengua. La enseñanza de la lengua por sí sola es un problema, pero el problema fundamental es la falta de exigencia, pérdida de valores, de preparación de la gente y la falta de cultura que se nota en todos los aspectos. Lo notamos, por lo menos, los que hemos vivido bastantes años, pero hay generaciones enteras que son prácticamente analfabetas, un analfabetismo funcional del que la gente no habla.

—¿A qué se refiere con lo de analfabetismo funcional?
—Saben leer mecánicamente, pero no leen en la práctica, a eso llamo analfabetismo funcional, y escribir muy, muy poco. Es que se nota en los universitarios. Los que salen de la universidad no son verdaderos lectores ni saben escribir, no saben expresarse, salen con una incultura idiomática brutal y hablo incluso de los que se forman en las materias relacionadas con la lengua, como Filología. Empezando por la selección de los profesores que está muy abandonada y se nota mucho en la formación de los alumnos.

—¿Lo vincula con lo sucedido en la Universidad de Sevilla, en la que han dejado terminar el examen a un alumno que estaba copiando?
—Esa noticia que ha circulado los últimos días es un disparate. Que copiar en un examen, utilizar chuletas, no sea falta grave demuestra no ya la mala medida en sí, sino qué clase de profesores, qué clase de catedráticos de universidad tenemos ahora, que son capaces de aprobar eso. Es escandaloso.

—¿Le parece que es excesivo el garantismo o ve peor la laxitud en las normas?
—La falta de disciplina que hay en general en la enseñanza, con eso de que la disciplina es fascista, es un tópico disparatado, porque es necesario que haya una mínima autoridad. La hay en todos los países, incluso en los más democráticos.

—¿Le parece entonces que hemos dado pasos atrás?
—Muchos pasos atrás, sí.

—¿Y qué opina del pacto educativo que se esta fraguando?
—No sé nada de eso; además, cuando comienza una cosa nunca se sabe cómo acaba. Encuentro que es gravísimo el hecho de que en la enseñanza, en las zonas donde hay lenguas cooficiales, se reparta el estudio entre dos o tres idiomas. Me parece muy delicado ese asunto, porque lo que verdaderamente nos une a los españoles como nación es el idioma, es lo único que tenemos común. Antes se hablaba de la religión, pero es el idioma sobre todo, y si no somos capaces de entendernos bien en un mismo idioma estamos perdidos.

—Los filólogos defienden en general que aprender dos lenguas amplía la cultura.
—Por supuesto, yo siempre he defendido eso, pero también que se tome una lengua común principal y como única en toda la nación, y eso no se está cumpliendo. Se está cumpliendo sólo a medias en el mejor de los casos.

—En las nacionalidades históricas rige la cooficialidad de lenguas, ¿usted insiste en que debe predominar el castellano?
—No hay más que leer la Constitución, la gente se salta la Constitución con una facilidad tremenda.

—¿Aporta soluciones para reconducir la enseñanza y los valores que dice que se han perdido?
—Para ello, sería necesario reeducar a los políticos y eso me parece imposible.

—¿Cree que son ellos los que marcan el paso a la sociedad?
—Sí, lo malo es que los políticos piensan en otras cosas.

lunes, 11 de enero de 2010

Palinodia.

LA PALABRA DEL DÍA (elcastellano.org)

Palinodia

Se llama así la retractación pública de algo que se había afirmado anteriormente. En tiempos de la Inquisición, se decía de aquellos que se arrepentían de alguna herejía que 'cantaban la palinodia', esto es, que se desdecían y negaban lo que habían afirmado antes.

También se llaman palinodia los escritos y obras literarias cuyos autores se retractan de una opinión o de un punto de vista que habían sostenido en algún trabajo publicado antes.

El primer ejemplo histórico de palinodia como subgénero literario corresponde al poeta griego Estesícoro, que vivió entre los siglos VII y VI a. de C. Estesícoro había afirmado en un poema que la única culpable de la guerra de Troya había sido Helena, la mujer de Menelao, pero fue obligado a escribir una palinodia para congraciarse con los espartanos, que la veneraban.

La palabra se formó a partir del griego palin (otra vez) y oidé (canción, poema). Oidé también está en otras palabras de nuestra lengua, como oda y tragedia.